martes, 1 de diciembre de 2009

Nico Dreik

La necesito. Elijo la música cuando la necesito.
Y entonces adoro rasguear cualquier acorde, sin molestarme ni mi semialfabetismo musical, ni mi poca técnica, ni mis frecuencias no siempre tan exactas.
Levantar la voz, gritar cuando la casa está vacía y nadie puede sufrir mi canto epiléptico, mi energía exhalada por la garganta, por la nariz.
Canto, rasgueo, me curo. Pero a veces voy a dar al otro lado.
Canto, rasgueo, me hastío.
Un estribillo más, ya sale, quizás valga la pena.
¿No podés decir nada más?
Nunca aprendí a hablar bien.
¿Cómo va a terminar la estrofa?
Nunca empezó.
Es la misma de siempre.
Siempre.
Ella no existe.
La estrofa.
Ella.
Lo mismo.
Dicen que no tenía nada más que decir.
Capaz por eso se fue para el otro lado.
Yo ya escuché ese comentario.
Dicen que dijo:
No tengo más que decir.

No hay comentarios: