martes, 3 de marzo de 2009

Abre los ojos

Ayer soñé con vos. Soñé que me quedaba a dormir en tu casa. Pero tu casa era diferente, deformada, acaso otra, como suele suceder en los sueños.
En tu pieza había dos camas, cuchetas, y vos dormías en la de arriba (y es loco pensar que de hecho esas cuchetas existieron años atrás, me decís vos, cuando compartías pieza con tu hermano).
Yo no sé qué hago antes de acostarme, creo que paseo, voy al baño.
Tu casa parece muy grande, incluso noté que había dos baños, uno al lado del otro, varones derecha, mujeres izquierda.
Entro al baño de varones. El baño es más bien como un vestuario, como los de las playas, tan así que hay más gente adentro, bañándose, acaso charlando.
En algún momento salgo de ese baño-vestuario y siento la necesidad de trepar hasta tu cucheta sólo para abrazarme a vos, como más de una vez lo he hecho.
Ahora que la imagen que tengo del sueño se reduce a unas pocas cenizas, no recuerdo haberme llegado a acostar en la otra cama, en la de abajo. Pero sí recuerdo haberme despertado.
En este momento pasa lo más curioso, donde aquella casa tuya inventada y fantasiosa se une con la realidad de la mía. Porque el hecho es que no me levanto en la cucheta de abajo de tu pseudocasa, me levanto en mi cama, en mi pieza, en mi casa.
Y acá vas a pensar: lógico, ¿dónde vas a despertar de un sueño sino en tu cama?
Pero no despierto de mi sueño, despierto en el sueño, bien bien cine.
Me levanto de la cama, en mi pieza, en mi casa, y voy hasta el pasillo y llego hasta la escalera.
Este punto es particularmente importante en el sueño por varias razones.
Primero porque es lo último que me acuerdo, donde sospecho que termina.
Y segundo, bastante más importante, porque contiene un dato que, una vez verdaderamente despierto, me ayudó a distinguir las fronteras de lo que había soñado.
A ver si se entiende... en el pasillo, antes de llegar a la escalera, había algo escrito en el piso, algo de lo cual no me acuerdo casi nada, sólo que se asemejaba a una nota dejada por mis papás. Sí, pero a modo de inscripción en el piso del corredor, acaso con letras fosforescentes.
Así, cuando volví a despertar, el recuerdo de la inscripción poco usual me dio la pauta de que en realidad era la primera vez que despertaba y que anteriormente había estado soñando, soñando que iba a dormir en tu casa, en camas diferentes, en otra casa, y que había despertado dentro del mismo sueño y en mi propia pieza.
También supe entonces que la angustia que sentí en ese primer despertar, al no poder abrazarte a vos y a tu piyama, fue angustia de sueño, no de vigilia.
Y a pesar de todo hoy mis papás insistieron varias veces al preguntarme qué hacía a semejantes horas de la noche, creyendo haberme escuchado salir de mi cuarto la noche anterior.

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