martes, 11 de agosto de 2009

Niño

Estoy perdido, perdidísimo.
Creo que me embarco en una regresión cada vez más violenta,
y no sé bien adónde voy a ir a parar.
Capaz en una de ésas mañana me levanto y tengo 3 años menos.
Cinco.
Diez.
Capaz me levanto y me pongo a jugar con los autitos,
me levanto y los busco (donde estén) y juego.
Ojalá.
Si una cosa te acordás de la infancia
es que había cosas que no existían ahí.
Al menos vos, que tuviste la dicha
de tener una infancia feliz.
Vas a querer volver ahí de vez en cuando,
pero apena saber que ya estás grande.
Que al intentar volver te transformás
en una cosa a medio terminar,
en una aberración sentimental,
en un corso fúnebre.
No, no, no, acá tenés mucho más.
Tenés casi todo lo que quieras,
aunque te duela.
Y de repente te querés caer
porque te creés muy frágil.
Tan frágil como el vaso
que rompiste el viernes pasado.
Frágil como la punta de un lápiz.
Pero no,
no te lo creas,
porque algún día cualquiera
te podés caer sin darte cuenta.
Y ese día yo no voy a estar
para levantarte...

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