domingo, 30 de agosto de 2009

Insomnio

-Señor, usted tiene que saber que las cosas no pasan porque sí. Existe una voluntad suprema y nuestros actos, reacciones y desaciertos jamás resultan azarosos. No piense que tiene la libertad de decidir el color de la camisa o corbata que vestirá mañana para ir al trabajo. No la tiene. Alguien ya decidió por usted: alguien ya decidió que usted se decidirá por una corbata azul oscuro y una camisa blanca, como todos los lunes.
-¿Sería tan amable de indicarme la dirección y teléfono de ese hombre?
-No sea idiota, concéntrese en lo que le digo.
-Tiene razón, siga con su historia.
-Lo que quiero decir es que cualquier intento suyo por sobreponerse a esa voluntad será en vano. De modo que si usted percibe las señales, deténganse, si no se hará daño.
-¿De qué habla? Me acaba de decir que no puedo hacer nada por mí mismo.
-Puede y no puede.
-Explíquese.
-No insista, ¿acaso cree que yo soy más libre que usted?
-Creo que usted está ebrio.
-Usted cree bien.
-¿No le parece inmoral atenderme en semejante estado?
-Absolutamente.
-Usted no es Carlos, ¿verdad? No me esconda más cosas.
-No, cuando me embriago me llaman José.
-Lo sabía, ¿cuándo puedo ver a Carlos?
-De noche no, señor.
-Lo necesito, es urgente lo mío.
-No se atropelle, amigo, puedo serle más útil de lo que cree.
-Demuéstrelo.
-Verá, existe una voluntad suprema...
-Ya, hombre, otra vez con el cuento ese.
-A decir verdad creo que sí tengo la dirección del fulano.
-Shh, basta de payasadas, quizás nos esté escuchando.
-¿Usted cree?
-Creo que a lo mejor estaba muy aburrido y no tenía otra cosa que hacer que dictar un diálogo absurdo.
-Lo confieso, no tengo sueño ni otra cosa que hacer...

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