miércoles, 19 de diciembre de 2007

Un farol menos

En esta oportunidad, la calma de la ciudad fue perturbada ya entrada la noche. Bien entrada, esto serían las tres y cuarenta y dos minutos. Ramy debía ser alertado cuanto antes. Darse el lujo de esperar la mañana hubiese sido un crimen aun más atroz. Entonces, podría decirse que de aquí partimos:
Gracias a una feliz causalidad, Ramy se encontraba despierto desde las 3 y 15. Uno de sus cobayos había sufrido un paro cardiovascular y el llanto de sus compañeros despertó a nuestro detective. Bien sabemos que Ramiro nunca lo hubiera dejado ir. Amaba a Roque, y luego de golpearle fuertemente su esternón unas cuatro veces pudo devolverle toda su vitalidad.
En el grato momento en que Ramy y sus amados celebraban emocionados el retorno del amigo, sonó el timbre rana ubicado a un lado de la puerta. El festejo eufórico se disipó súbitamente. Los cobayos se miraron los unos a los otros y luego huyeron detrás de Ramy. Éste dio un paso hacia la puerta, vaciló un poco luego de espiar por el agujerito, quitó el cerrojo y abrió.
-Oficial Ramiro Röcobasch, mis más sentidas disculpas debo ofrecer por osar tocar su puerta a las 4 y 18 de la madrugada. Pero, sabrá entender, razones tengo para llevar a cabo semejante atrevimiento.
-¿De qué se trata?
-Calle X, entre Pulóver y Bufanda. Debo conducirlo hacia allí inmediatamente.
-De acuerdo. Bancá, en cinco estoy.
Ramy cerró la puerta, se sacó el piyama y fue hasta el armario. Luego volvió de uniforme, besó a cada uno de sus amigos y abandonó la pensión.
Casi a las 5 de la mañana, Ramy llegó a una esquina iluminada por un solo poste de luz. Su acompañante lo guiaba. Luego le señaló una casa monstruosa y comentó:
-¿Ve aquella mansión? Está abandonada desde hace quince veranos. Cada año parece que se va a venir abajo, pero nunca pasa nada. De vez en cuando se cae alguna fila de tejas o estalla algún vidrio, nada más. Ahora, ¿ve la casita contigua? Ahí es adonde debo dirigirlo, oficial.
Caminaron unos metros desde la esquina. A medida que avanzaban, la poca luz que manaba de lo alto del poste se hacía más escasa. Un pasillo corto separaba la mansión abandonada de un departamento de 4 pisos y conducía hacia una pequeña casa.
-Mis disculpas, oficial -dijo el educado sujeto-, pero debo marchar. Tengo órdenes precisas de no ingresar a la casa.
-¿Qué se supone que es esto? -repuso Ramy.
-Yo no estoy en condiciones de facilitarle su labor. Ingrese, adentro encontrará a un agente de la Regional, él lo asesorará.
-Listo, macanudo.
-Mucha suerte, oficial Röcobasch.
-Gracias, flaco. Cuidáte.
Ramy observó cómo su acompañante escapaba fuera del pasillo. No volvió la vista hacia la casa hasta que aquel hombre subió a su demacrado Peugeot 404, encendió el motor y desapareció. Antes de decidirse a entrar, oyó cómo reventaba el farol del poste de luz (el único poste que funcionaba en 15 cuadras de calle X). El foco cayó ya destrozado sobre la zanja que criaba el cordón y la oscuridad se tornó obscena.
Sin vacilar Ramy empujó la puerta, que estaba algo entornada, y entró silbando. Adentro no se veía nada. Por un segundo reflexionó acerca de su situación: “¿Qué carajo hago acá?”, pensó, “no veo una mierda y el tufo que hay en esta cueva me está ahogando”. Veinte segundos después, una linterna le encandiló el rostro.
-¿Oficial Rocóbac? -preguntó una voz.
-No -respondió Ramy.
-¿Y entonces quién?
-Röcobasch. Se pronuncia esdrújula y termina en ye. No sea cretino, me está quemando el ojo. ¿Se puede saber qué hago acá?
-Un momento -respondió la voz, buscando algo en su bolsillo-. Tome, alumbre con esto -repuso entregándole un llavero luminoso.
-¿Me va a decir qué mierda estoy haciendo acá?
-Lo tengo en el living, está tranquilo y resultó ser más amable de lo que esperaba.
-¿De qué habla?
-Usted acompáñeme.
El agente de la Regional bajó su linterna e iluminó una puerta. Ramy pudo vislumbrar la figura de aquel tipo: pequeño, ligeramente delgado y muy deforme. El extraño ser abrió la puerta y desapareció. Ramy lo siguió para no perderse.
Luego de caminar unos pocos pasos se encontraron en la sala de estar. Sobre una mesa, una vela casi derretida alumbraba lastimosamente, y, a su lado, un sahumerio con forma de rulo ofrecía una fragancia algo ridícula. Detrás de esta mesa, un hombre miraba el suelo y se retorcía los dedos de la mano.
-Allí está, él es -dijo la voz del extraño agente.
-¿Él es? ¿Quién es? ¡Explíquese, hombre!
-Dejaré que él mismo se explique. ¡Hable! -ordenó el pequeño al hombre que seguía mirando el suelo. Éste hizo una mueca apenas perceptible, eligió un tono de voz adecuado y comenzó a decir:
-Usted me sabrá comprender, Ramiro, no todo es tan simple como aparenta. Uno piensa algo e inmediatamente cree que puede transmitirlo, cree que unas pocas palabras bastan para plasmar una verdad, una certeza. No se equivoque, yo nunca dije nada de esto. Y no podré, nadie entenderá…
Veamos las cosas de otra manera. Piense lo siguiente. Piense que de veras estoy diciendo la verdad. Usted, que sabe que yo miento, piense que me esfuerzo por no hacerlo, y que cada palabra que le diga será una mentira cada vez más honesta, al punto que usted se confunda y crea entender. Pero le repito, no se equivoque, yo nunca dije nada. Y no podré, usted no entenderá…
Usted terminará interrogándome, y querrá que yo hable, que escupa todo de una vez. Usted pensará que ésa es la manera, que así debe ser, y que así todo se esclarecerá. Yo seguiré esperando, tranquilo. Me seguiré consumiendo a la par de este sahumerio. También la luz se consumirá, dirá adiós. Cuando la cera de la vela deje de ser sustento, será traición, ¿comprende?, estaremos a oscuras. Ya no sé si creerá entender tanto. Entonces, yo tal vez me sienta a gusto y le diga: lo hice porque ella me lo pidió. Usted quizás haga bien en juzgar la honestidad de esta mentira. Yo me sinceraré un poco. Le confesaré que simplemente tuve una sospecha tentadora. Que pensé que algo en ella me pedía que siga, que aquello era una sonrisa. Que pensaba que al estrangularla le hacía un favor.

1 comentario:

Lara dijo...

Juan, espero que estas historias de Ramy muy pronto se conviertan en historietas (no puedo dejar de imaginarme al pobre cobayo tendido en el piso con la lenguita colgando al costado, jaj), al estilo "Sin Cities" porteño (en blanco y negro, of course.
Estos pseudo-policiales son de lo mejor que he leído tuyo. Más allá de las disquisiciones filosóficas los diálogos son, en verdad, geniales.
Ojalá que la tercer entrega se produzca mucho más rápido que si fuera una historia de folletines.
Había puesto otras cosas antes, pero es la cuarta vez que intento dejarte un comentario y cada vez me quedan más cortos.
Suerte.
yo.
(si esto te llega es casi un milagro navideño, jajaja)